martes, 25 de noviembre de 2014

Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, 2.

Hoy es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y, como hace un año, vuelvo a escribir sobre ello. No con las cifras atroces que todos deberíamos conocer, en medio de un país cayéndose a pedazos, con la amenaza de las desapariciones, las detenciones, las muertes. A ellos, los de Ayotzinapa, por ser estudiantes, los desaparecieron: ¿a cuántas en Juárez y en el Estado de México y en tantos otros lugares, por ser mujeres, también? La visibilización está hoy del lado de nuestros 43 que faltan, pero a ellos, lo sabemos todos, debemos sumar esas otras miles, esos otros miles. Parece que nada de lo que podamos hacer es suficiente, pero al mismo tiempo es indispensable: cualquier lucha es importante, cualquier consigna vale la pena y debería poder unirse a las otras.  Hoy, para no sentirme tan perdida, escribo desde lo cotidiano, desde eso que siento muy cerca y necesito enunciar.

1. Soy nueva en esto de autonombrarme feminista. Tuve que vivir hace un año la violencia en mejilla propia para darme cuenta de la serie absurda de esquemas que estaba reproduciendo, de las cosas que no estaban bien en mi manera de relacionarme con los otros (y las otras, en algún sentido, también). Me fui de México a Buenos Aires durante seis meses gracias  a una beca. Y sí,  otro país latinoamericano, con problemas muy parecidos e igual de graves en muchos casos, sin embargo,  por suerte de extranjera, tal vez de temeraria extranjera, la posibilidad de caminar sola decenas de veces, sin sentirme realmente vulnerable y sin que nadie me dijera nada me hizo darme cuenta de cuán acostumbrada estaba a no poder hacerlo libremente en mi país. Decidí, en cuanto llegué,  leer teoría feminista en serio, actuar en serio, rebelarme en serio. Me corté el cabello y sí,  eso probablemente significa lo que ustedes creen que significa (gracias por la curiosidad [?]), y no, no les pregunté -salvo a quienes sí,  por pura duda filial, amistosa-  si creen que me veo mejor de cabello largo o que ahora parezco hombre. Aprendí que ejercer la libertad sobre mi cuerpo es el primer y más importante paso, luego sigue afirmarme y  no hacer lo que de mí se espera sólo por eso.

Me inscribí a un curso sobre lucha feminista y arte contemporáneo,  estoy también en la Escuela de Derechos de las Mujeres (no saben, chicas, de lo que se pierden las que no están ahí. Hacemos rap y toda la cosa). Lo conté y hubo dos reacciones: una, la gente que me dice qué bueno, que le entusiasman quienes hacen todo el tiempo lo que quieren; otra, quienes preguntan que por qué me metí y que me recomiendan tener cuidado porque "no me vaya a volver una feminista radical" y afirman que volví con un discurso medio insoportable. 

2. Tengo una amiga mucho más avezada que yo en el tema que se quejaba porque Emma Watson presentaba una versión light y androcentrista del feminismo. Yo dije de entrada que no estaba quizás del todo mal, y luego lo pensé dos veces, porque claro, Watson es la niña bonita que invita al sector masculino que todas las mujeres hemos dejado cruel y dolorosamente excluido de la lucha, ¿no? Las otras, las que llevan años hablando del tema, las que usan esos términos "radicales" que tanto molestan a ciertos oídos pseudoliberales y pseudoprogresistas y pseudotantomás, ellas son unas histéricas, ¿no?

3. Algunas otras cosas.
Pasé por una clínica en la que se realizan interrupciones legales del embarazo. Qué tal con la violencia ejercida sobre la mujeres que ahí acuden por parte de las católicas que se plantan afuera con carteles enormes y a rezar rosarios "en pro de la vida". El aborto es legal y también su libertad de culto, claro, pero la presión ejercida desde la religión, ahí, me parece sumamente agresiva, condenatoria, casi salvaje. Una amiga me contó que, una vez que ella andaba con dudas de si estaba embarazada, un grupo de esos le ofreció un ultrasonido gratis, que ella aceptó. La llevaron en taxi a un lugar que ella no conocía, le hicieron el estudio que dio negativo, luego la obligaron a ver un vídeo sobre la vida en el vientre y la conciencia (?) del feto (me acuerdo, por cierto, de la pregunta que Seligman lanza a José en Nymphomaniac: ¿puede un feto ser pecaminoso entonces?) y la presionaron para que dijera que, en caso de quedar embarazada, tendría al hijo sin lugar a dudas. Ella, para escapar de ahí, por supuesto lo afirmó.

4. He hablado mucho con algunas amigas sobre su deseo de ser madres y las dificultades económicas y sociales que eso conlleva. Promesas de equidad en el (algún) discurso pero que no suceden realmente de ninguna forma. Pienso en lo legítimo de querer hijos y quererlos con una familia de estructura tradicional y en las otras posibilidades, como no tenerlos. El martes Lina Meruane estuvo presentando, justamente, "Contra los hijos" (del que, por cierto, escribí acá). Algo que ella critica y que percibo en el discurso de algunas amigas es esta idea de la incompletud de las-sin-hijos. Me preocupa que en algunas de ellas, mujeres muy conscientes de sus circunstancias, de la cultura heteropatriarcal en la que vivimos, ésta sea una sensación presente, evidente, que las motive a querer "realizarse" en la maternidad.
5. Ya el artículo de emeequis nos hizo escandalizarnos a una violencia tan evidente puesta en la voz de un periodista. No me sorprendieron los comentarios a la nota, sino los comentarios a los comentarios: hombres y mujeres que salieron a defender el valor literario (?) de la nota de esa brillante pluma en ascenso. En estos días, una mujer sale a hablar de las feminazis desde una perspectiva que sacó, claro, de la visión más misógina y heteropatriarcal del feminismo. Luego, claro, le llovieron reclamos que la obligaron a disculparse porque "no la entendimos bien". Y no, el problema es que quizás la entendimos incluso mejor de lo que ella misma se entiende: nos quedan muy claras sus intenciones de corrección política que no son sus reales convicciones: hoy dice que siempre ha pugnado por la equidad de género y noséquetantomás. Vive, dice, en el centro, porque todos los extremos degeneran en violencia: pregunto honestamente, ¿cómo deberíamos entonces combatir a lo que nos oprime?, ¿con florecitas? ¿No es eso  una prolongación de las conductas que se pretenden en nosotras: lindas, sonrientes, tranquilas, dispuestas?, ¿Es que para ella la equidad ya está lograda? Me desconcierta de verdad el movimiento de mujeres antifeministas que afirman nunca haberse sentido oprimidas en sus vidas, estaría bueno conocer de pasada el planeta en el que ellas viven.

6. A todo esto, añado la violencia contra las manifestantes en las marchas de estos últimos días, documentadas acá y acáe de donde vuelve a sonar la pregunta, ¿contra quién quejarse si es todo un sistema? Ante eso, hago lo que puedo aunque sea poco.

7. Sé cuánto me tuvo que pasar para llegar a esas conclusiones, para sentirme así de libre en muchas cosas y así de indignada por otras tantas y me gustaría que el camino no fuera tan largo, doloroso y difícil para otras y otros, por eso soy feminista, porque cada vez me doy cuenta de más cosas que suceden a mi alrededor y son ofensivas, denigrantes y violentas contra nosotras. Porque agradezco que haya muchas locas, histéricas, feminazis, lesboterroristas e intensas que se oponen a un sistema represivo que nos daña a todas y todos y quiero ser parte de esa lucha.

Estoy reeducándome, leyendo el mundo de manera distinta, por eso me contradigo y cambio tanto: las ideas que tenía tan estables respecto a mi cuerpo, y mi visión del mundo me hacían daño y nos hacen daño sin que nos demos cuenta. Y sí, amigas, amigos, pero sobre todo amigas: soy una intensa, una clavada que se carga un feminismo insoportable, que ya no es la misma que aguantaba la repetición de estructuras que la iban moldeando y pudriendo de a poco y que reclama su derecho a verse como quiere, comportarse como quiere, disfrutar la vida como quiere y, sobre todo, ser feliz.  
 
Si enunciar el machismo, señalarlo y hacerlo visible, si mandar al carajo las cosas que me estorban y a las personas que me agreden e invitarlas a ustedes a hacer lo mismo es ser una feminista radical, pues sí: ésta soy y ésta es la forma en la que elijo plantarme en mi lugar. Voy a gritar un rato. No: siempre. Voy a gritar y voy a señalar y voy a incomodar porque sé lo que se siente enfrentarse contra el monstruo y más de una vez he tenido en la boca el sabor metálico del miedo. Porque ya aprendí que nunca estamos solas.