domingo, 24 de agosto de 2014

La maleta



Mi amiga María me hizo una lista de reproducción. Hoy, para escribir la tesis, la puse. De pronto salió esta canción, que no conocía, y en cuestión de 30 segundos estaba llorando desconsolada. Ahora mismo lo hago. Conmovida muchísimo, agradecida por el regalo, sintiendo que algo cae de mi cabeza al pecho. Doblo el abrigo sobre los afectos. Comprendo que cerré una maleta para abrirla acá y poblar con nuevas ausencias mi habitación de siempre. Tras este salto seguirá mi vida, más llena y más vacía porque ahora sé de nuevos quiénes que me faltan. Y el cielo está tan gris y las palmeras tan derechas. La maleta que vacié es un hoyo negro tanto como un punto luminoso desde el cual los miro a todos con nuevos ojos.
Sensación extrañísima esta de volver a quienes quiero y dejar a quienes quiero. El pasado termina en el presente, el presente empieza en mi maleta. Para mí el cielo tiene, sí, el gris de dos otoños continuados, pero con paréntesis de sol hechos de gente. Es como si nada cambiara y, al mismo tiempo, todo fuera ya distinto. El viaje fue un salto para el que tuvieron que bastarme dos maletas que ahora, ya vacías, aguardan en el rincón. Sueño con un pasillo como el de ese cuento de Cortázar que permite cruzar de una ciudad a otra en pocos pasos. Se me olvida de qué lado del mundo estoy a cada momento, miro a la ventana y pienso que me voy a encontrar con el edificio que construían frente a mi balcón de Acuña de Figueroa, justo como cuando estaba allá despertaba a medianoche y me sentía en la recámara de mi infancia. Ni en el avión estuve sola, venían los talleres, las clases, la biblioteca, el Bellagamba, los bares, las librerías, venía todo lo que no se puede traer de allá.
Me fui de casa para volver a casa. Ahora volteo y miro de nuevo esas valijas, diciéndome que éste es el tiempo de estar acá y que un día el acá y el allá van a volver a intercambiarse Entonces, también, seré feliz, como ahora que me dibujan una sonrisa amplia al tiempo que mis ojos parecen dos llaves abiertas. Son ausencias bonitas, despedidas bonitas, no puedo sentirme más afortunada. Sí, los extraño mucho, tanto como cuando estaba allá extrañaba a mi familia y mis amigos de México. Extraño Buenos Aires como hace tres semanas extrañaba Querétaro y mi Defe y supongo que de eso se trata la vida.
Cierro la maleta porque ya saqué todo lo que vino conmigo, acá están ustedes. Acá los espero con la magia de mi país y mi gente bonita. Allá también voy a volver a llegar un día. Hay tantos planes y tanta luz y tanto cariño que me han dado que no sé cómo corresponder. Otra vez, gracias a todos en todos lados por tan cálidos recibimientos y tan maravillosas despedidas. En México, me iré poniendo al corriente en unas semanas. De Argentina tampoco me voy. Guarda mis cosas, María, para cuando regrese.

sábado, 16 de agosto de 2014

En el avión


Éste es el camino a una casa. Tres horas, más tres horas detenida, más nueve horas, más una hora para llegar. Media hora más, más tres horas, más cuarenta minutos: entonces será la casa de mi padre. 
Qué irreal parece todo cuando se piensa así, en tiempo y a once mil doscientos setenta y siete metros sobre una ciudad que no conozco, con el lugar del atardecer debajo, como quien oye pies descalzos sobre la superficie del día. 
La calma, sí, pero apenas un segundo. Al final, ¿cuántas nubes se nos enciman en el vértigo? 
Lloro. Mi vecina de asiento guarda silencio y me abraza fuerte, luego me pregunta qué estoy dejando atrás y no atino a responderle. Ella: cantante albanesa de ópera, marido chileno, trabajo en Alemania. A veces siente que no puede. Su abuela murió hace menos de una semana, dice, en tanto ella paseaba por Buenos Aires. Yo también podría vivir allá, anota. La miro, sonrío poquito. Pone una película. 

Leo un poema que se llama POR QUÉ INSISTIMOS CON LOS VIAJES y encuentro otra respuesta. Acá, tiempo y espacio van aunque se dislocan. Suspiro. Las cosas no tienen sentido pero marchan. 
Sin ventanillas, nos costaría mucho creer que esto tan despojado de misterio es el cielo.