viernes, 14 de febrero de 2014

Samantha y Theodore (otro comentario sobre Her, de Spike Jonze)

 
 
Theodore Twombly trabaja en una oficina, usa pantalones a la cintura, lentes de pasta y camisa pero vive en un mañana cuya fecha exacta no podríamos precisar. Es la era de los sistemas operativos realmente inteligentes, de las conciencias habitantes de los aparatos. También es la época de la perfección de los lugares: todo impecable, luminoso, acogedor. No asistimos aquí a la representación de ese porvenir metalizado, estéril, que permea buena parte de las producciones que se proyectan hacia el futuro. Ahora ninguna atmósfera nos es desconocida. Hay, sí, adelantos tecnológicos, pero ninguno que nos parezca realmente lejano o ajeno. En el entorno de Theodore nos sentimos como en casa y sus paseos por la ciudad bien podrían parecer nuestras caminatas. El metro es también el mismo en el que la gente hoy charla con sus aparatos. Esto último colocado como advertencia, espejo con aumento frente a nuestro ir-por-el-mundo sin mayor contacto con los seres vivos a nuestro lado. Pero ya no nos asustamos porque sabemos que así andamos y no tenemos mayor problema con ello. Decir que 'Her' trata la despersonalización de las relaciones es, por lo menos, reduccionista, lo mismo que pensar en una moraleja que nos advierte sobre las consecuencias de nuestra relación con los aparatos y nuestra (aparente) distancia con la gente, "¿será que nos estamos deshumanizando?" podría sonar para algunos como la pregunta conductora. Claramente no lo es.

Spike Jonze nos va preparando un lecho azucarado en el cual reposar nuestras conciencias: lo atroz (esperamos al inicio) será la felicidad artificial de Theodore en una era en la que el hombre es capaz de crear máquinas que lo entienden mejor que otros hombres [o mujeres]: personas sin cuerpo que viven exclusivamente para él y demandan casi nada, ¿cómo no enamorarse de ella, que está disponible todo el tiempo, que tiene una conversación estimulante y de quien puede huir apenas se sienta incómodo para volver cuando le plazca? Cuando se tiene aquello, el cuerpo sobra. Al principio Samantha se lamenta porque carece de uno, pero para Theodore eso no parece un problema. El encuentro erótico sucede siempre bajo la seguridad de la imaginación y la distancia que les otorga pertenecer a universos distintos: él, condenado a la tercera dimensión, el límite espacial y la frontera de la piel entre sí mismo y las cosas; ella, perteneciente al ámbito de la virtualidad infinita que traza apenas puentes con el mundo real. La fantasía de esa-otra-que-lo-mira y le da sentido no cae nunca porque continuamente se adapta y aprende a satisfacer sus necesidades conversacionales, laborales y afectivas. 

La rebelión de las máquinas no es ya física como en Yo, robot, o en Inteligencia artificial  sino que opera en el nivel de la satisfacción de la necesidad de ser mirados y atendidos por el artefacto tecnológico. Él la tiene pero siente que no la posee del todo porque ella está siempre con él y sin embargo al mismo tiempo está con otros: El fin del discurso monogámico de la tecnología no es muy bien aceptado por T: Sam deja de vivir sólo para él y en ese momento viene la desestabilización del personaje que, hasta entonces, parecía haber encontrado un muy buen simulacro de felicidad y estabilidad operante. 

Me llama la atención que Tom, de (500) days of Summer,  y Theodore tienen, en esencia, la misma ocupación: ambos son oficinistas-redactores que se encargan de expresar los sentimientos de la gente e, irónicamente, no pueden con los suyos. Tom hace tarjetas; Theodore, cartas 'a mano' que le dicta a la computadora. Tanto Summer como Samantha llegan primero como asistentes en el trabajo de ellos y pronto comienzan a ocupar un lugar más importante en sus vidas. Hay un gran artículo sobre las Manic Pixie Dream Girls que señala ya lacaducidad del término (en principio más o menos definido aunque ahora bastante elástico) pero ahora mismo me sirve para hablar aquí: ¿no es ese mismo patrón el que se repite en ambos filmes? La mujer (o la máquina) encantadora que cumple con los requisitos necesarios para enamorarse de ella, tiene gustos similares y casi lee la mente que, empero no se resuelve de manera tan convencional.  Al final, la promesa del amor de ambas existe, pero no es ya la del amor común proyectado hacia la eternidad. Si la MPDG de Breakfast at Tiffany's, por ejemplo, sí sucumbe ante el deseo masculino y resuelve el conflicto reingresando al sistema, ni Summer ni Samantha ceden, por eso de la primera se hicieron memes como este que tantas veces vi compartido:
No vale preguntarnos qué pasaría si Samantha hubiera sido programada en el inicio como voz masculina porque esa posibilidad no existe en ningún momento de la película; ni siquiera para Amy, amiga de Theo recién divorciada que elige también una compañera mujer. Mención aparte merece el asunto de los videojuegos y los roles que con ellos se establecen. Amy juega a ser ama de casa perfecta, Theo a que un simpático hombrecito blanco lo insulte y lo guíe en su aventura. La chica de la cita a ciegas interpretada por Olivia Wilde (sí, Alguien le dijo que no a Olivia Wilde) es rechazada apenas articula de manera explícita su deseo (y no, no estoy diciendo que aquel hombre tenía que aceptarla y querer, como por ósmosis, lo mismo, pero sí que al final Theodore, incapaz de cumplir las expectativas de ella o las de su ex-esposa, igual busca a alguien que sí cumpla las de él).

No me desvío del tema: Samantha es, durante la primera parte de la película, la muñeca de látex para el intelecto y las emociones de Theodore. Luego, conforme adquiere la información necesaria para terminar de comprender y formarse, crece y decide, junto con los otros OSs, alejarse de quien no le satisface del todo.  ¿Por qué tendría que ser siempre para el otro? ¿por qué Summer y Samantha deberían haberse quedado? El de ellas es un cortés "Gracias, pero no, gracias" de mujeres que están tratando de dejar de vivir como decía Disney -y con él toda la tradición del discurso amoroso trasnochado y mal entendido. Hay paradigmas que ya no funcionan, Samantha puede 'vivir' sin los límites de Theodor, pero él no sabe cómo manejar esa idea. Las dos eligen no reconocer a los protagonistas masculinos de sendas historias como los 'amores de sus vidas' y eso no las convierte en mujeres malas pese a que, al final, la figura del hombre sensible cruelmente herido apela a nuestra empatía.

Escenarios que se cuidan de no ser muy contemporáneos, estética de lo vintage, moda retro con chongos altos y suéteres de rombos en personajes de nuestro tiempo o del futuro cercano... Todas esas estampas nostálgicas ¿no serán imágenes que nos dicen que queremos e intentamos vivir con patrones que ya no nos sostienen?